Triste época la nuestra!!!... Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. "Albert Einstein"

Lo que se obtuvo con el tiempo: Día internacional del Orgasmo

Recientemente el 8 de agosto, se celebró el día internacional del orgasmo y la revista caretas a través de su versión virtual publicó un artículo interesante precisamente sobre el placer femenino ese que durante muchas décadas fue visto como pecado u objeto de censura, reprimiendo a la mujer al goce de su cuerpo.
Asociado durante la Edad Media a pactos diabólicos de envidiable naturaleza, el orgasmo femenino ha sido a lo largo de la historia reprimido, censurado y hasta cuestionado. Hoy, mejor aceptado, y siempre producto de benditas brujerías de cama, se erige como el protagonista de homenajes inauditos como el mismísimo Día Internacional del Orgasmo, a celebrarse el próximo 8 de agosto.

Entonces, por feliz ocurrencia del gobernador de la brasileña ciudad de Esperantina, maridos decaídos y amantes flojos deberán desplegar sus mejores esfuerzos por procurar a sus parejas tal placer de alta pureza al que ya Woody Allen dedicara en 1973 en su película ‘Sleeper’ quizá el invento más anhelado de todos: el feroz orgasmatrón.


Tales incentivos en pro del placer femenino, sin embargo, son de recientísima data. Como lo explica el antropólogo Jaris Mujica, ducho en criminalística, estudios del cuerpo y transgresiones varias, no sería sino hasta la década del 60 del siglo pasado que, gracias a la invención de los anticonceptivos, la mujer dejaría de verse como mero cuerpo reproductivo: “la reivindicación del orgasmo es una suerte de reivindicación del goce; cuando la mujer descubre que el sexo no solo puede ser reproductivo, que su cuerpo es cuerpo de disfrute, empieza a hablar de una suerte de derecho al placer, que además implica una reivindicación política que es el derecho a decidir sobre su propio cuerpo”. Hoy en día, sin embargo, el orgasmo ha dejado de ser un plus para convertirse en mandato de goce impuesto por presión de una hedonista cultura occidental.

La noción de capacidad orgásmica, no obstante, dependerá de cada cultura. Como bien lo indica el doctísimo Marco Aurelio Denegri en su reciente libro Hechos y Opiniones Acerca de la Mujer (Ed. San Marcos, 2008), lo que en Occidente puede representar gran dicha femenina, léase, un buen par de orgasmos al día, en la Polinesia puede ser una falta que linde con la frigidez. Así lo explica en esta obra una anciana nativa de dicha zona: “Cuando yo era joven, y descontando los días en que tenía el período, realizaba el acto sexual todas las noches: cuatro, tres o dos veces durante la noche. O sea, pues, que no lo hacía con mucha frecuencia”. Según Denegri, “entre nosotros lo sólito es orgasmear de una a tres veces por semana”. ¿Y el multiorgasmeo? Encuestas citadas por el especialista dictarán que tan solo un veinte por ciento de mujeres gozan de esta capacidad que, sin embargo, y según el legendario sexólogo estadounidense Alfred Kinsey, sería inherente a todas las féminas.

La historia del placer femenino, por otro lado, ha colocado a lo largo de los siglos no menos que entre bruja y puta a las mujeres que se abocaran descarnada y descaradamente a su propio placer. Es más, la inclusión de este en la literatura clásica fue siempre marginal. Como indica Mujica, “en la literatura griega del siglo IV se habla de la figura hedónica del disfrute absoluto, de la perversión, pero es sustancialmente un espacio masculino en el cual la mujer participa como un objeto del hombre. Existen, sin embargo, pretendidas reivindicaciones, pero más que épocas, son ciertos personajes que aparecen ya como sujetos de placer en la literatura latina clásica de los siglos I y II, e incluso en la poesía amorosa griega, Safo, por ejemplo, y poetisas marginales que reivindican el placer del cuerpo”.

Más adelante, explica Mujica, ya en la literatura clásica del siglo X aparecerá la mujer que reivindica su propio cuerpo, pero no como cuerpo que goza del sexo, sino como cuerpo que por primera vez puede ser entregado a Dios, o sea, “el disfrute de la penetración de lo trascendental”. Al mismo tiempo, la pintura y la literatura teológica verán aparecer algunas mujeres que empiezan a descubrir la sexualidad, pero convertidas en brujas, apareciendo en el siglo XII y en adelante esta figura demoníaca que copula con el diablo. Como indica Mujica, esto se puede ver en la obra de Jules Michelet, La Bruja, y en el libro Los Demonios Familiares de Europa, de Norman Cohn.

Hoy en día, sin embargo, y según añade Mujica, “esta visión no se ha perdido totalmente, porque en muchas partes, incluso en nuestra propia ciudad, que una mujer hable de su propio goce es casi un pecado, se trata de una línea de conservadurismo que se mantiene, donde la mujer solo es un cuerpo reproductivo y por ende no puede ejercer su sexualidad solo por placer, porque se convierte ya no en una bruja, sino en una puta... es la evolución de la bruja a la puta”.

Brujerías aparte, y descrito como clímax, desfallecimiento gozoso y hasta “pequeña muerte”, el orgasmo bien podría corresponder entonces a aquella descripción del inclasificable literato francés Georges Bataille, para quien placer y muerte siempre se encontraban íntimamente ligados. En esa misma línea, bien valdría la pena citar para culminar el siguiente poema del vate José Watanabe, titulado, precisamente, Orgasmo: ¿Me dejará la muerte/gritar/como ahora? Y no olvidar: quedan 48 horas por delante para concentrarse o, lo que es mejor, para concentrarse por delante.

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